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JUSTIFICACIÓN
La evolución demográfica en España ha dado como consecuencia una población envejecida, teniendo una base cada vez más estrecha (población más joven) y una cúspide más ancha (población mayor). Esto responde a un aumento de la esperanza de vida y una disminución de la natalidad. En 2019, el porcentaje de personas mayores (de 65 y más años) era del 17% y se estima que ascenderá al 29% en el año 2065, teniendo más presencia en entornos rurales.
Algunos puntos importantes para tener en cuenta al hablar de envejecimiento activo y saludable que se describen son: la mayor prevalencia de enfermedades crónicas, la dependencia funcional, el edadismo, la soledad no deseada, la participación comunitaria, las condiciones del entorno local, el exceso de peso, la actividad física, sedentarismo y utilización de los servicios sociosanitarios.
Vivir más años tiene como consecuencia una mayor prevalencia de enfermedades crónicas o de larga evolución, con limitación en las actividades cotidianas y síntomas de depresión. Según la Encuesta de Salud de la Comunitat Valenciana, en 2022 el 76,4% declaró padecer algún problema de salud crónico, y se presentan con más frecuencia en mujeres. Los principales diagnósticos incluyen hipertensión arterial (16,3%), colesterol elevado (14,7%), artrosis, artritis o reumatismo (8,4%), diabetes (7,2%), dolor de espalda lumbar (6,3%), y alergia (excluye el asma) (5,1%). Además de los problemas cardiovasculares y osteoarticulares, destaca un tercer grupo de salud mental: ansiedad, depresión e insomnio.
Otro de los problemas con el aumento en la esperanza de vida es la dependencia funcional. Las limitaciones graves para el desarrollo de la vida cotidiana aumentan considerablemente con la edad, especialmente a partir de los 75 años, alcanzando al 13% de este grupo de población. El impacto es mayor en las personas socialmente más desfavorecidas.
El edadismo (estereotipos y prejuicios en relación con la edad), que puede venir acompañado de consecuencias importantes para la salud física y mental. Se demostrado que produce estrés cardiovascular, reduce la esperanza de vida de aquellas personas con una visión negativa del envejecimiento, retrasa acciones que repercuten en su salud (por ejemplo, adaptaciones estructurales de la vivienda o la actividad física), puede asociarse a una alimentación insuficiente o inadecuada, y puede existir riesgo de autoexclusión.
Además, la soledad no deseada y el aislamiento social (insuficiencia de redes sociales) existen en un 20% y 25%, respectivamente a nivel nacional. El impacto es mayor en la población de ≥65 años, que en nuestra comunidad autónoma alcanza al 5,4% en mujeres de este grupo de edad.
El asociacionismo es mayor en las personas más jóvenes (33,9% en el grupo de 15-24 años) y en aquellas con mayor nivel educativo (35,4% en la población con estudios universitarios). Una comunidad cohesionada, participativa y resiliente contribuye al bienestar de las personas que forman parte de ella. El sentido de comunidad y de pertenencia y apego al lugar se manifiesta en el 87,2% de la población valenciana, sin diferencias entre hombres y mujeres. Las personas más jóvenes (15-24 años) y aquellas de edad avanzada (85 y más años) son las que sienten en menor medida que forman parte de la comunidad (85% y 82,6%, respectivamente).
Si hablamos de entorno local (esos espacios donde las personas viven, trabajan, estudian, disfrutan del tiempo libre y se relacionan) nos encontramos con que es un determinante del nivel de salud y bienestar en estrecha relación con las condiciones de vida. Alrededor del 80% de la población española vive en áreas urbanas, donde se concentran la segregación social y espacial, y donde el coste de la vida es mayor, aspectos que establecen un aumento en las desigualdades en salud. Entorno al 26% de la población reseña escasez de zonas verdes en el entorno de su vivienda.
En cuanto al exceso de peso abarca tanto sobrepeso como obesidad, y se va incrementando con la edad, a manera de afectar a 3 de cada 5 personas con 65 o más años (64,2% de los hombres y 56,5% de las mujeres). Las desigualdades socioeconómicas también tienen un claro impacto negativo, de forma que las personas de estratos sociales más desfavorecidos y menor nivel de estudios están más afectadas.
Relacionado con el entorno local (dependiendo si los espacios son favorables o no), está la actividad física. Contribuye a conseguir un envejecimiento activo y saludable de forma directa, aportando numerosos beneficios para la salud física, mental y social. Existe evidencia científica en la relación que tiene con la disminución del riesgo cardiovascular, hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, osteoporosis, algunos tipos de cáncer como colon y mama, ansiedad y depresión. Estabiliza el peso, mantiene un sistema locomotor saludable y previene la fragilidad, la discapacidad y la dependencia. La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos entre 150 y 300 minutos de actividad aeróbica moderada a la semana para la población adulta, sin embargo, cualquier cantidad de actividad física es beneficiosa. Se puede incluir en las actividades recreativas, en los desplazamientos, en las tareas cotidianas y en las domésticas, y no sólo en las deportivas. El incumplimiento de la recomendación de actividad física saca a relucir las desigualdades sociales y de género (que se observan desde la infancia), puesto que es mayor en las mujeres y en las personas pertenecientes a clases sociales menos acomodadas. Además, conforme aumenta la edad, es mucho más acusado, incluso en las actividades de ocio.
Paralelamente, en el sedentarismo (entendido como una predominancia de actividades de muy bajo gasto energético, con apenas movimiento o en sedestación) es esencial la actividad física para los descansos activos o tiempo de ocio activo. En España, el 36% de la población refería tener una vida sedentaria (Encuesta Europea de Salud 2020), con mayor porcentaje entre mujeres, población de más de 65 años y menos nivel educativo. Además, el sedentarismo está reforzado por el tiempo dedicado frente a pantallas, que cada vez es mayor. Esto puede alterar otras conductas, tales como un sueño insuficiente e inadecuado, o el consumo de alimentos con alto valor energético y poco saludables.
Por último, el envejecimiento de la población y sus problemas asociados, a su vez, pueden ocasionar un aumento de la utilización de los servicios sanitarios y sociales. Además, las personas que viven en zonas rurales se enfrentan a desafíos derivados de la despoblación y la carencia de determinados servicios básicos y públicos (red de asistencia sanitaria, redes de comunicaciones y transportes, etc.), además de la falta de acceso a recursos de cuidados de larga duración.
Referencias:
- Ministerio de Sanidad. Estrategia de Salud Pública 2022. Mejorando la salud y el bienestar de la población. Madrid, 2022.
- Servicio de Programas de Salud y Evaluación de Políticas de Salud. Encuesta de Salud de la Comunitat Valenciana 2022. Principales resultados. Conselleria de Sanitat, València, 2023.
- Acciones comunitarias en salud desde los municipios vinculadas con el IV Plan de Salud de la Comunitat Valenciana. València: Generalitat. Conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública, 2018. Serie Guías Xarxasalut, nº4.